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No eres imprescindible: la verdad que te librará del agotamiento laboral

  • María Isabel Parra
  • 16 jun
  • 4 Min. de lectura

El agotamiento laboral: cuando la rueda no se detiene

El agotamiento laboral comienza con una agenda sobrecargada, con un “yo lo hago” repetido hasta el cansancio, con reuniones que se acumulan como papeles sin procesar. El cuerpo resiste, pero envía señales: insomnio, irritabilidad, dolores musculares, problemas digestivos, taquicardias y la sensación de no poder apagar la mente.

Para muchos profesionales y directivos, este ritmo se convierte en la norma. Se levantan a horas tempranas, apagan incendios todo el día y llegan a casa con el alma apagada. Son personas brillantes, entregadas, comprometidas. Pero están cansadas. Cansadas de sostenerlo todo, de no delegar, de pensar que, si no están presentes, todo colapsará.


La raíz del problema: creer que somos imprescindibles

Detrás del agotamiento laboral hay creencias profundamente arraigadas. Una de las más comunes —y peligrosas— es esta: “Soy imprescindible. Nadie más puede hacer lo que yo hago”. Esta creencia no es un acto de arrogancia, sino un reflejo de años de cultura empresarial que glorifica al que se sacrifica, al que no descansa, al que siempre está disponible. El mito del éxito empresarial te acostumbra a que tú estés en el centro de todo.

Creer que somos imprescindibles nos lleva a acumular tareas que podríamos delegar, a

sobrecargarnos con responsabilidades que no nos corresponden y a pensar que descansar es sinónimo de debilidad. Esta falsa idea no solo deteriora nuestra salud física y emocional, sino que sabotea nuestra capacidad de liderar con sabiduría y humanidad.


Mi historia con el agotamiento laboral

Yo misma viví durante años en esa rueda invisible que te obliga a correr sin parar. Puedes leer más detalles en mi libro El valor de renunciar. Me esforzaba por estar en todas las reuniones, en todas las decisiones, en todas las crisis. No sabía cómo parar ni sabía cómo delegar. Pensaba que, si no lo hacía yo, nadie lo haría bien.

Te cuento un ejemplo para qué sepas cómo era víctima de mi creencia de que era imprescindible: un día, una avalancha de gente se desplazó hasta el aeropuerto para manifestar su inconformidad por el cierre repentino de una de las aerolíneas que los había dejado varados con sus planes de viaje. Yo no tenía la responsabilidad resolver esta crisis, pero, una vez más, decidí ponerme el problema encima.

Traté de aliviar la situación, pero era incontrolable.

De repente, la avalancha me atropelló y alguien de mi equipo salió a socorrerme. Tuve un llamado de atención muy severo porque no sabía en lo que me había metido. Había arriesgado mi seguridad por tratar de calmar la situación no solamente con los medios de comunicación, sino también con los afectados, cosa que no era parte de mis labores. Quería hacer más, pero la situación se salió de mis manos.

¿Qué me había pasado? Me había creído imprescindible, había caído en una de las trampas del ego (¡tiene tantas!): creer que debemos estar en todos los temas, en todas las reuniones, en todos los espacios, en todas las crisis. Creer que, si nos necesitan aun a costa de tu salud, debemos hacerlo para demostrar que tenemos el compromiso y la talla para estar allí.


¿Cómo salir del agotamiento laboral? El primer paso: cambia creencias erróneas por verdades que te ayuden

agotamiento laboral


No basta con negar una creencia errónea. Decir “no soy imprescindible” es apenas el primer paso.

Lo realmente transformador es adoptar creencias verdaderas que sostengan un nuevo paradigma de liderazgo y éxito profesional.

Te dejo aquí una lista de 10 frases inspiradoras basadas en mi libro El valor de renunciar que te servirán para abandonar la creencia de que eres imprescindible y para

que aprendas la importancia de delegar:


1. “El control es una trampa del ego; realmente no existe, solo está en la mente”.

Esta afirmación nos recuerda que intentar controlarlo todo es una ilusión que solo agota y

enferma.


2. “Ya no me obligo a sostener nada ni a nadie, porque me puedo quemar. Sé que muchos lo pueden hacer igual o incluso mejor que yo, así que decido soltar”.

Esta frase te ayudará a reconocer que otros también pueden contribuir; nos libera del peso innecesario de querer hacerlo todo.


3. “Ese ego mártir que decía ‘si no lo hago yo, estaría mal hecho’ al fin desapareció”.

Te servirá para dejar de sobreidentificarte con el rol de salvador; este es el primer paso para un liderazgo más sano.


4. “Me había acostumbrado a una rueda de ratón con una dulce zanahoria que

alimentaba mi ego profesional.”

Es una metáfora potente para comprender cómo nos dejamos atrapar por reconocimientos vacíos que alimentan el agotamiento.


5. “No vine a este mundo a sostenerlo todo. Vine a vivirlo, a compartirlo, a construir en

equipo”.

Esta verdad profunda pone la vida en el centro y el ego en su lugar.


6. “El éxito no está en hacer todo, sino en saber qué sí hacer y qué dejar que otros

hagan”.

Esta es una redefinición poderosa del éxito desde un enfoque colaborativo.


7. “Lo que siempre he soñado ya lo tengo, se llama familia”.

Nos recuerda que el verdadero valor no está en lo que hacemos, sino en con quiénes

compartimos la vida.


8. “Mi mayor enemigo era mi inteligencia, porque la usaba para justificar mi

sobrecarga”.

Esta es una autocrítica valiente que invita a usar nuestras capacidades para cuidarnos, no para explotarnos.


9. “Hoy ya no soy un/una superprofesional. Ya no quiero ser imprescindible”.

Te servirá para soltar el traje de superhéroe; es un acto de humildad.


10. “Delegar no es soltar responsabilidades, es confiar en la capacidad de otros y

liberar la nuestra”.


Te servirá para confiar en otras personas.

Estas frases no son mantras vacíos. Son cimientos basados en mi experiencia. Son recordatorios diarios de que puedes liderar desde la coherencia, no desde la sobreexigencia; de que puedes ser exitoso en tu trabajo sin dejar tu salud y tu familia en el camino. En El valor de renunciar

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