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Evitar errores en el trabajo: la clave es el estrés

  • María Isabel Parra
  • 15 jul
  • 3 Min. de lectura

Hay errores que no son simples fallos. Son llamadas de auxilio. Son el eco de una voz interior que hemos ignorado demasiado tiempo. Yo los cometí. Y lo hice creyendo que lo tenía todo bajo control.

Evitar errores en el trabajo no siempre depende del conocimiento o la experiencia. A veces depende de tu capacidad de respirar antes de reaccionar, de tu nivel de conexión contigo misma, de cuánto te estás exigiendo sin pausa ni tregua.


Cuando creía que todo estaba bajo control

Desde mis primeros años fui la mujer ejecutiva que lo resolvía todo. La que sabía moverse en ambientes de crisis. La que hablaba sin titubear frente a cámaras, embajadores o CEOs. Me acostumbré a decidir en caliente. A actuar en automático. A apagar incendios incluso cuando no eran míos.


Pero lo que no sabía —o no quería ver— era que el control era solo una ilusión. Una máscara que sostenía el ego mientras por dentro todo empezaba a resquebrajarse.

Recuerdo una crisis aeroportuaria. Una multitud enfurecida, vuelos cancelados, cámaras de televisión grabando en vivo. Yo entré al escenario sin pensarlo. No era mi responsabilidad directa, pero “tenía que estar”. Me equivoqué. Tomé decisiones desde la urgencia y el estrés, no desde la claridad. Fui apartada de la escena por mi propio equipo.


Años atrás eso me habría parecido humillante. Pero ese día sentí alivio. Alguien había notado lo que yo no quería aceptar: estaba sobrepasada.

Años después, en un viaje de trabajo, resbalé en la bañera del hotel. Me puse de pie con la boca ensangrentada y supe que no era solo un accidente. Era una señal. Volví a casa con prótesis temporales, el alma en carne viva y la certeza de que algo tenía que cambiar.

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Mi peor error no fue la crisis en el aeropuerto ni el accidente en el hotel. Fue haber seguido actuando como si todo estuviera bien cuando mi cuerpo ya me lo suplicaba: “detente”.


De todo esto hablo en El valor de renunciar. Ahí está mi historia completa y mi viaje.


El estrés es una fuente de error (aunque lo niegues)

Creemos que rendimos más bajo presión. Que la adrenalina nos hace más productivos. Pero la neurociencia dice otra cosa: el estrés sostenido reduce la memoria de trabajo, disminuye la empatía, distorsiona el juicio y nubla la toma de decisiones.

  •  Respondes desde la defensiva.

  •  Tomas decisiones apresuradas.

  •  Confundes urgencia con importancia.

  •  Cometes errores de forma, de fondo y de sentido.


Y lo peor: normalizas esos errores. Les pones etiquetas como “cosas del oficio” o “lo importante es que se resolvió”. Pero se te escapan detalles, personas, relaciones y oportunidades:

1. Estás, pero no estás. Te sientas en reuniones y no escuchas. Simulas presencia, pero tu mente está agotada/o.

2. Sobreintervienes. Tomas tareas que no son tuyas para demostrar compromiso, pero solo saturas el sistema.

3. Dejas de preguntar. Asumes que ya lo sabes todo. Tomas decisiones sin validar.

4. Postergas lo esencial. Lo urgente se come lo importante: las personas, los valores, el propósito.

5. Te desconectas de ti. Ya no sabes si decides por convicción o por inercia.


Cinco prácticas para evitar errores


1. Haz pausas intencionales. Entre una decisión y otra, respira. Sal del “modo automático”. Camina. Cambia de lugar. Silénciate.


2. Escucha sin necesidad de responder. A veces los mejores insights no salen de ti, sino de quienes te rodean.


3. Desactiva la urgencia. Si todo es urgente, nada lo es. Aprende a diferenciar lo que arde de lo que importa.


4. Di que no con amor. No tienes que sostenerlo todo. Tu valor no se mide por tu nivel de agotamiento.


5. Vuelve a ti cada día. Medita, escribe, respira, ora. Encuentra tu práctica y sostente ahí. Volver a ti es el mejor antídoto contra el error


Evitar errores en el trabajo no se trata de hacer más. Se trata de estar mejor. De volver a casa. De escuchar al cuerpo antes que al protocolo. De elegir desde la verdad. De vivir más lento para decidir más claro.

Si tú también sientes que los errores se repiten, que te cuesta respirar, que respondes más rápido de lo que quisieras... escucha. Haz una pausa. Lee El valor de renunciar

y empieza el camino de vuelta.

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