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El estrés en el trabajo: cómo salir de la trampa que confunde éxito con agotamiento

  • María Isabel Parra
  • 16 jun
  • 3 Min. de lectura

El estrés en el trabajo y sus etapas


El estrés en el trabajo es esa presión invisible que, sin darnos cuenta, se cuela entre

reuniones, correos y decisiones. Al principio parece una consecuencia normal del

compromiso y la responsabilidad. Luego se convierte en rutina. Y, más adelante, en un

modo de vida. Pero, ¿qué es realmente y cómo se manifiesta en quienes lo sufren?

Empieza con una primera fase de alerta, en la que el cuerpo reacciona con tensión, pero aún lo podemos manejar. Luego, sin pausa, aparece la resistencia: nos habituamos al

ritmo acelerado, normalizamos la fatiga, nos decimos que “es lo que toca”. Finalmente,

llega la fase de agotamiento: nuestro sistema físico, emocional y mental comienza a

colapsar. Y, si no reaccionamos, llega el burnout o síndrome de desgaste profesional.

En esta fase, la vida de muchos directivos se vuelve una jaula dorada. Tienen logros, pero no paz. Tienen visibilidad, pero no tiempo. Tienen influencia, pero se sienten vacíos. Las señales están ahí: insomnio, irritabilidad, problemas digestivos, pérdida de sentido, dificultad para conectar con la familia. Pero el mundo corporativo ha hecho que estas señales se confundan con “el precio del éxito”.


Una creencia errónea: “El estrés en el trabajo es el precio del éxito”

Uno de tus grandes enemigos es la creencia errónea de que “el estrés es el precio del

éxito”.

Yo misma fui víctima de ella. Durante años, asumí que estar en todo, decir siempre que sí responder y vivir con el pecho oprimido era el precio de ser una mujer líder; y que esa era la forma de demostrar compromiso, de estar a la altura, de no fallar. Hasta que el cuerpo dijo “basta”.

estrés en el trabajo

Mi historia de estrés en el trbajo: cuando el éxito te rompe los dientes (literalmente)

Como cuento en El valor de renunciar, fui una mujer de ranking: condecoraciones, eventos, agendas repletas, ofertas irresistibles. Pero nada de eso me devolvía el equilibrio que estaba perdiendo. Entre vuelos, reuniones y reconocimientos, mi cuerpo me gritaba que estaba agotada. Hasta que un accidente me obligó a parar. En una bañera, me resbalé y me rompí varios dientes. No era solo un accidente. Era el reflejo de una fractura interna más profunda.

Pasé meses sintiéndome desbordada. Poco a poco entendí que mi mayor problema

estaba en mis creencias sobre el éxito y el liderazgo. En el fondo, estaba desconectada

de mí misma. Estaba presa de la imagen del éxito que sigue circulando en el mundo

corporativo: llegar a la cima, acumular logros, tener poder de decisión. Pero nadie cuenta lo que se pierde en ese camino si no estamos atentos. Nadie habla del costo humano de ese modelo.


La salida: no basta con negar la creencia errónea, hay que adoptar otras nuevas

Para salir del estrés en el trabajo no basta con comprender que el estrés no es el precio del éxito. Eso es apenas el primer paso. La verdadera transformación ocurre cuando empezamos a instalar creencias nuevas, más profundas, más humanas, más verdaderas.

Te dejo aquí algunas frases me ayudaron a sanar. Te las comparto para que, si estás en

ese lugar oscuro, puedas usarlas como semillas de claridad:


 “Liderar no es estar en todo. Es saber dónde sí, y dónde no”.
 “No vine a esta vida a demostrar nada. Vine a vivir en coherencia.”
 “El tiempo con mi familia no es una pausa. Es el centro.”
 “Decir ‘no’ es una forma de proteger lo que más amo.”
 “Mi cuerpo no miente. Si está cansado, es porque algo necesita cambiar.”
 “No soy mi cargo. Soy lo que entrego, lo que sostengo, lo que inspiro.”

¿Cómo empieza el cambio real?

Detrás del agotamiento, hay una sabiduría silenciada que quiere hablar. Hay una voz

propia que quiere ser escuchada. Hay una manera diferente de liderar, más conectada

con lo humano, con lo real.

En mi caso, el cambio no fue lineal. Tuve que aprender a vivir con la incertidumbre, a

abrazar mi vulnerabilidad, a bajarle el volumen al ego que me decía que debía estar en

todo. Y también a reconstruir mi manera de hacer negocios: desde el propósito, desde el servicio, desde el alma.

Hoy sé que renunciar al estrés como modelo de éxito no es rendirse. Es avanzar hacia

una vida más coherente, más sostenible y más viva.


Si estás leyendo esto…

Quizá tú también estás en esa rueda sin freno. Quizá tu cuerpo ya te está hablando.

Quizá hay una parte de ti que no quiere seguir con el piloto automático. A ti te digo:

puedes parar. Puedes respirar. Puedes redefinir tu forma de entender el éxito. Puedes

volver a casa, al corazón, a lo que importa. El valor de renunciar te ayudará a salir de la trampa.

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