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Cuando el trabajo invade tu hogar: las verdaderas consecuencias del estrés

  • María Isabel Parra
  • 25 jun
  • 3 Min. de lectura

¿Qué es el estrés laboral y cómo se manifiesta?

Vivimos en un tiempo en el que ser profesional o directivo en una empresa privada significa estar conectado siempre. La agenda se llena, los compromisos se multiplican, y lo urgente le gana a lo importante.

El estrés laboral es una respuesta física y emocional que aparece cuando las demandas del trabajo superan los recursos con los que contamos para hacerles frente. Se manifiesta en cansancio, insomnio, irritabilidad, fatiga crónica, falta de motivación, pensamientos repetitivos, tensión muscular, dificultad para concentrarse y, en muchos casos, enfermedades físicas.

Quien sufre de estrés laboral empieza a vivir una doble vida: por fuera, sigue dando resultados; por dentro, se va desconectando de sí mismo, de su familia, de su alegría, de su salud.


Una raíz profunda del estrés laboral: la falsa desconexión

entre lo personal y lo profesional

Una creencia errónea muy extendida entre directivos y profesionales de alto rendimiento es esta: “la vida personal y la vida profesional son compartimentos estancos, lo que ocurre en una no afecta a la otra”.

Nada más lejos de la realidad.

Esta idea genera una peligrosa desconexión. Nos hace creer que podemos rendir en el trabajo mientras descuidamos a nuestra familia, o que podemos ignorar nuestras emociones personales sin que eso se filtre en nuestras decisiones profesionales. Pero somos un solo cuerpo y un solo corazón.

Pensar que se puede ser un excelente líder sin ser un ser humano equilibrado y en paz es una

fantasía que nos enferma. Las consecuencias del estrés surgen justamente de esta división artificial: trabajamos como si no tuviéramos cuerpo; vivimos como si no tuviéramos alma.


consecuencias del estrés

Mi experiencia: cuando creí que una vida no tocaba a la otra

Lo cuento con más detalle en mi libro El valor de renunciar.

Yo también creí que podía sostenerlo todo: las reuniones, los viajes, las decisiones importantes... mientras mi vida personal iba quedando en pausa. Pensaba que si era “profesional” lo demás podía esperar. No lo decía en voz alta, pero actuaba como si mi familia pudiera vivir sin mí un tiempo.

Un día, mi madre, con su sabiduría directa, me dijo: “ninguna medalla devolverá la mamá a tus hijos”. Entonces entendí: no se puede vivir de espaldas a uno mismo. Lo que pasa en lo personal explota en lo profesional. Y lo que ignoramos en el trabajo acaba respirando en nuestra casa.

Ese día me miré al espejo y supe que era tiempo de dejar de fingir que la vida personal y la profesional no se tocan. Porque sí se tocan.


Una solución al estrés: asumir que somos uno solo

Romper la creencia de que la vida personal y profesional están desconectadas no basta. Hay que adoptar nuevas verdades, nuevas creencias sanas que nos devuelvan el equilibrio. Y esas verdades deben convertirse en brújulas, en faros que nos guíen incluso cuando el sistema quiera arrastrarnos de nuevo a la desconexión.

Estas frases han sido mi guía; las he escrito desde la experiencia y con el alma abierta:


1. No tengo dos vidas: tengo una sola, y merece ser vivida en armonía.

2. Lo que me duele en casa se nota en la oficina, y viceversa.

3. Mi liderazgo no se fortalece ignorando mis emociones, sino integrándolas.

4. Cada decisión laboral impacta a los que amo; por eso decido con conciencia.

5. Mis hijos y mi esposo también sienten el peso de mis reuniones interminables.

6. Cuando no me cuido, hago que otros paguen el precio de mi descuido.

7. Si me olvido de mí, no tengo nada verdadero para dar a los demás.

8. Mi salud mental y emocional es mi mayor activo profesional.

9. La coherencia entre lo que soy en casa y lo que soy en el trabajo es la raíz de mi

autenticidad.

10. No renuncio al éxito, renuncio al desgaste que me aleja de mi verdad


Las verdaderas consecuencias del estrés: lo que no se ve en un informe

Las consecuencias del estrés no están solo en las estadísticas de salud laboral o en los informes de desempeño. Están en las conversaciones que dejamos de tener con nuestros hijos. Están en el cansancio con el que respondemos a nuestra pareja. Están en la culpa que nos muerde mientras sonreímos en un evento. Están en la ansiedad que nos acompaña incluso cuando se apagan las pantallas.

El estrés laboral tiene muchas causas, pero una de las más profundas es la falsa creencia de que podemos ser dos personas distintas en dos mundos que nunca se tocan. Hoy sé que eso no es cierto.

Y sé también que podemos cambiar.

Podemos trabajar con propósito sin sacrificar el alma. Podemos dirigir con humanidad sin perder

eficacia. Podemos tomar decisiones con el corazón sin perder visión. Podemos volver a nosotros, sin perder nuestro lugar en el mundo. En El valor de renunciar te cuento cómo lo conseguí.

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